En 1967, el sello discográfico Fania Records contrataba en Nueva York a un jovencísimo trombonista llamado Willie Colón. Nacido en el populoso barrio latino del Bronx, en el seno de una familia de inmigrantes puertorriqueños, aquel desconocido músico no era precisamente un virtuoso de su instrumento en ese entonces, según recuerdan quienes vivieron sus inicios.
Hoy, con 65 años (los cumple el 28 de abril), Colón es una leyenda viva de la salsa, género que él contribuyó a popularizar en el mundo. La efeméride coincide con el 50 aniversario de sus primeras grabaciones. Su trayectoria, con más de 40 álbumes, 30 millones de discos vendidos y un Grammy honorífico, va unida a otros tres grandes nombres de la salsa: Héctor Lavoe, Rubén Blades y Celia Cruz.
Pese a las limitaciones del joven Colón en 1967, a sus 17 años encarnaba esa autenticidad del músico de barrio marginal que mezclaba los ritmos afrocubanos de la tierra caribeña de sus padres con el rhythm and blues o el jazz que se escuchaban entonces en la Gran Manzana. Al principio, esa mezcla de sonidos, de la que había surgido el boogaloo, no tenía nombre propio, según recuerda César Miguel Rondón en su “Libro de la Salsa”.
Pero fue justamente a mediados de los años 60 cuando empezó a acuñarse el término de “salsa” para esa música, a veces agresiva y estridente, que servía a los latinos para exteriorizar la marginación y la violencia que se vivía en los barrios. “Había un tiempo en Nueva York donde, si tú eras latino y te parabas en una esquina, te caían a batazos. No podías usar los mismos servicios que la gente blanca porque nosotros éramos gente de color”, contaba el propio Colón en una entrevista con la televisión puertorriqueña.
En aquella época también surgió el apodo que lo acompaña hasta hoy: el “Malo del Bronx”. Según su relato, con el padre en la cárcel tuvo que aprender de muy joven a ser un hombre para defender a su hermana, a su madre y a su abuela. “No tenía que buscar los pleitos, ellos me encontraban a mí”, suele decir. La abuela, Antonia, era la matriarca de la familia y fue también quien lo inició en la música: Cuando Willie tenía 11 años, le regaló una trompeta. Colón luego la cambió por el trombón, fascinado por el arte del puertorriqueño Mon Rivera.
Colón había grabado sus primeras pistas a los 15 años. Pero cuando la Fania lo contrató junto a su orquesta, el cofundador del sello, el dominicano Johnny Pacheco, le propuso trabajar con un joven y desconocido cantante oriundo de Ponce llamado Héctor Pérez. El disco que publican en aquel 1967, titulado precisamente “El Malo”, era una mezcla de guaguancó, son montuno, bomba puertorriqueña y boogaloo.
La canción homónima se convirtió en el canto de una generación: “No hay problema en el barrio/de quien se llama El Malo/si dicen que no soy yo/le doy un puño de regalo/Quien se llama El Malo/no hay discusión/el Malo de aquí soy yo/porque tengo corazón”.
El joven Héctor Pérez pasaría a llamarse Hectór Lavoe (LaVoz) y se convertiría en el solista más admirado en el mundo de la salsa hasta hoy. El “Cantante de los Cantantes”, con su increíble habilidad y guasa como sonero, y el “Malo del Bronx”, con su talento como arreglista y productor, formaron una dupla que marcó toda una época en la salsa y ayudó también a catapultar al sello Fania.
De su colaboración surgieron una decena de discos, con temas que se convirtieron en clásicos, como “Te conozco”, “La murga”, “Piraña”, “El día de suerte”, “Todo tiene su final” o “Calle Luna, Calle Sol”.
La otra gran pareja musical de Colón fue el cantante panameño Rubén Blades. Ambos también marcaron una era en la salsa, con seis discos y temas de denuncia y gran contenido social como “Pablo Pueblo”, “Plantación adentro”, “Tiburón”, “Te están buscando”, “Pedro Navaja” o “Plástico”. Las dos últimas son del álbum “Siembra” (1978), posiblemente el disco de salsa más vendido hasta hoy.
El binomio Blades-Colón acabó rompiéndose. Y aunque ambos han vuelto a tocar juntos, por ejemplo para celebrar los 25 años de “Siembra”, su relación sigue siendo conflictiva. Colón lo explica citando un tema de la cubana Celia Cruz: “Dos jueyes (cangrejos) en la misma cueva no pueden vivir”. Los dos, considera Colón, son muy fuertes y egoístas, amén de tener orígenes muy distintos: él, criado en la calle 139 del Bronx, Blades con un título de abogado de Harvard.
También Celia Cruz (1925-2003), a quien le unía una entrañable amistad, fue parte importante del universo musical de Colón. Su trabajo más recordado es quizás “Solamente ellos pudieron hacer este álbum” (1977), con temas como “Usted abusó” o “Pun Pun Catalú”.
Colón también publicó una serie de discos en solitario, con canciones tan populares como “Idilio” o “El Gran Varón”, un tema de Omar Alfanno que en 1989 tocaba el tabú del sida. Su más reciente trabajo, “El Malo Volumen II: Prisioneros del Mambo” (2008) incluye canciones de denuncia como “Narcomula” y un medley dedicado a su amigo Lavoe, fallecido en 1993 marcado por tragedias personales y adicciones.
Padre de cuatro hijos, Colón también ha incursionado en el cine y la televisión -hizo de agente antinarcóticos en la telenovela mexicana “Demasiado corazón-, así como en la política. En la etapa del alcalde Michael Bloomberg (2003-2013) fue su asesor para temas culturales latinos. Y su fama de no tener pelos en la lengua la cultiva, por ejemplo, con las duras críticas que suele lanzar al gobierno de Venezuela a través de su cuenta de Twitter.
Musicalmente, aunque sin alcanzar el éxito de los años del boom salsero, el “Malo del Bronx” sigue teniendo una potente orquesta y sus conciertos todavía atraen a un público entregado que de vez en cuando suelta aquel “¡Guapea, Willie Colón!” de los viejos tiempos.
Fuente: El Universal