Investigaciones recientes revelan que las estatuas de la antigua Grecia y Roma no solo eran policromadas, sino también perfumadas.
Textos históricos, como los de Cicerón y Calímaco, describen prácticas de ungir estatuas con aceites aromáticos y decorarlas con flores.
Inscripciones halladas en Delos detallan el uso de perfumes de rosas en el mantenimiento de esculturas.
Estas evidencias sugieren que la interacción con estas obras era multisensorial, combinando estímulos visuales y olfativos para enriquecer la experiencia de los antiguos.