Nadie entendía por qué Faraón se portaba así.
Este dogo adulto había llegado en octubre a El Campito – un refugio no eutanásico especializado en perros viejos y con discapacidades- y su temperamento difícil era un misterio para sus cuidadores.
Luego de superar un período de adaptación de 15 días, todavía se mostraba desconfiado con otros “camperitos” (perros) y voluntarios, quienes se dieron cuenta que no respondía a los intentos para comunicarse con él.
Una revisión posterior descubrió cuál era el problema: Faraón era sordo.
Desde ese momento, comenzó un trabajo para sociabilizarlo a través del lenguaje de señas. En las sesiones, que duran 45 minutos, aprendió órdenes básicas, como sentarse.
Una vez que pudo comunicarse con sus cuidadores, mejoró su carácter y comenzó a relacionarse con perros y humanos sin problemas.
Ahora solo falta el gesto final: que una familia le abra su corazón para que Faraón entienda que le pueden faltar los sonidos, pero que nunca más le faltará el amor.
Fuente: La Nación / GDA