Alfonso Obregón y su familia deben dormir en la calle

“La casa se mecía de un lado para otro, no me dio tiempo para bajar desde el piso alto y me quedé en el interior con mi hijo Alfonso Andrés, de 12 años”, relató Alfonso Obregón, uno de los históricos del fútbol nacional.

El volante de primera línea de la Selección logró para Ecuador la primera clasificación a un Mundial de fútbol el inolvidable 7 de noviembre del 2001. Después de su retiro reside en su natal Portoviejo que hoy pasa momentos de apremio por el terremoto del sábado por la noche.

“En esos segundos uno no sabe para dónde correr, la tierra se movió muy fuerte y hubo mucha angustia”, añadió. Vive en la ciudadela Los Mangos, en el norte de la ciudad, con su esposa Raquel y su otra hija. Su domicilio no sufrió mayores daños, pero igual, desde el sábado por la noche duerme en la calle.

“Hay una gran angustia porque después del terremoto tuvimos cinco réplicas. El domingo hubo una a las 02:00 de la mañana y otro a las 06:00. Nadie pudo dormir”.

Al igual que sus vecinos, le ha tocado salir a la calle a armar una carpa y acampar. “Nos vamos lejos de los postes de luz para que no caigan sobre nosotros”. Pero Obregón señala que hay otros problemas que aún no se han solucionado.

“Luego del terremoto todo se apagó. Nos cortaron la energía eléctrica y tampoco se podía llamar por el teléfono. Sin luz y teléfono se puede vivir, pero sin agua y alimentos, no”. Dice que la gente, en estos días, come arroz con huevo o arroz con verde. “Las tiendas y los supermercados están cerrados. Los alimentos que había en la refrigeradora están dañados por la falta de luz. No podemos conseguir agua en ningún lado”.

Otra de las realidades difíciles que debe afrontar es con su hijo. “Él vivió el terremoto y se asustó mucho. Cada vez que hay una réplica, llora y se aterra demasiado. Tratamos de conversar y tranquilizarlo, pero es una situación difícil de llevar”.

El diálogo se pudo realizar vía telefónica, gracias a que su celular lo puede cargar con la batería de su auto. “Lo utilizo para conversar con mi familia. A Dios gracias, mi mamá, mis hermanos y mis otras dos hijas están bien”.

Pese a todos estos inconvenientes, agradece a Dios que su familia está bien. “La gente que vive en el centro de Portoviejo es la que murió o la que perdió todo. Hay casas de tres, cuatro y cinco pisos que se fueron al suelo. Hoteles que se cayeron. Hay mucho dolor y pérdida”.

Dice que empieza a llegar la ayuda de otras ciudades. Él ha visto vehículos de la Prefectura del Guayas y del Municipio de Quito. “Esas acciones de socorro nos ayudan porque la situación es caótica”.

 

Fuente: El Comercio