Celia Caridad Cruz Alfonso se alistaba para subir al escenario del teatro 9 de Octubre. Era la noche del miércoles 6 de octubre de 1976 y en este lugar, ubicado donde actualmente hay salas de cine (av. 9 de Octubre entre Rumichaca y García Avilés), el público había copado las instalaciones para ver lo que entonces se anunciaba como “El suceso musical del año”.
Esta reconocida cantante, que en esos días había cumplido 52 años y cuyo nombre artístico era Celia Cruz, confesó uno de sus secretos para mantener la prodigiosa voz, eje de la agrupación que estaba por presentarse: la Sonora Matancera de Cuba.
“Aquí está mi secreto, la tomo antes de cada presentación”, dijo la artista mientras sostenía un frasco con miel de abeja. La anécdota la recuerda Mariquita Noboa, quien en ese entonces se iniciaba en el periodismo. Fue designada para cubrir el evento por la revista Estrella. “Soy su seguidora y admiradora a rabiar y cuando la conocí fue siempre muy cordial y atenta”.
Celia Cruz, la Guarachera (cantante del ritmo tropical guaracha, similar a la salsa) de Cuba, cumpliría este 21 de octubre 91 años de edad. Era “inimitable y única”, según reseñó EL UNIVERSO en su publicación de ese 6 de octubre.
“Así como los diversos festivales de tango arrastraron una enorme concurrencia, así y superándolo por el número y calidad de las estrellas reunidas, las presentaciones de la Sonora Matancera van a revivir todas aquellas melodías que nos enloquecieron de romanticismo y de gusto por el ritmo”, se escribió en ese entonces.
La Sonora Matancera se creó en 1924 y Celia Cruz nació un año después en la Cuba a la que nunca pudo regresar, tras su salida en 1960. A finales de esa década estuvo con la agrupación en Ecuador. Así lo recuerda el periodista francés Bernard Fougères: “Amaba el público de aquí. Cuando regresaba siempre me decía eso: ‘el público de aquí es fantástico'”.
Celia Cruz compartía esa pasión por nuestra ciudad con otro ícono de la Sonora Matancera: el puertorriqueño Daniel Santos. EL UNIVERSO los calificó como “los de más larga trayectoria que han dejado muy en alto su personalidad y talento musical” con esa agrupación, en una publicación de 1985.
Pero Celia no solo trajo su voz a Guayaquil, la llevó también a ciudades como Machala y Esmeraldas, donde se presentó junto a artistas nacionales como Hilda Murillo. Ella recuerda de sus ganas por estar en Guayaquil. “Se sentía muy a gusto y le parecía La Habana. Por eso casi siempre venía”. Murillo asegura también que se presentaron en los recordados teatros Olmedo y Fénix, porque “venía muy seguido” en las décadas de 1960 y 1970.
“Era una artista no de 100 kilates sino de 1.000 kilates. Una voz solidaria y amiga que siempre me escribía. Tenía recelo a volar en avión y por eso en los vuelos escribía, para olvidar el temor”, cuenta Murillo a EL UNIVERSO.
De Celia Cruz recibió también un consejo para cuidar la voz, y asegura que lo practica hasta la actualidad. “Ella me dijo: ‘Si quiere conservar la voz, así haga calor, abrigue sus pies en las noches. Duerma con medias'”.
¿Cómo era la Reina de la Salsa antes de entrar al escenario? Hilda Murillo responde: “Se cuidaba y en ello la ayudaba su esposo, Pedro Knight (se casaron en 1962), quien buscaba que ella estuviera relajada una hora antes del show”.
Cuando Celia Cruz llegó con la Sonora Matancera a Guayaquil, el gusto por su música ya se había cultivado. El historiador Ricardo Vasconcellos Rosado recuerda cómo se reunía con un grupo de amigos todos los sábados a escuchar sus canciones. Por eso, cuando se anunció el concierto en el teatro 9 de Octubre, fue a verla no solo allá (donde asegura que hubo “gente que se quedó afuera” en busca de una entrada), sino que tuvo la oportunidad de conversar con los integrantes de la orquesta en el hotel Humboldt (ubicado en malecón Simón Bolívar y avenida Olmedo, actual sector de la Bahía), donde se hospedaron.
“Ella es la mejor cantante de música tropical y su visita fue un verdadero suceso maravilloso para la ciudad. Influyó indudablemente en el gusto musical de la gente”, considera Vasconcellos.
Con él concuerda el también historiador Alberto Sánchez Varas, quien afirma que Celia Cruz afianzó el gusto del público guayaquileño por la salsa. “Todo su accionar de voz y movimientos transmitían música y alegría”.
Bernard Fougères tuvo la oportunidad de entrevistarla en sus siguientes venidas a la ciudad. La última ocurrió en 1991, cuando se presentó en el William’s Exclusive Club y en el estadio Modelo. De esa última visita, que realizó como parte de una gira que luego la llevó a Santiago de Chile, EL UNIVERSO reseñó así el martes 6 de agosto de ese año: “Celia Cruz subió al escenario entre los aplausos del público pasadas las 23:00, iniciando un fabuloso concierto como en sus mejores años con la Sonora Matancera. El respaldo musical de la Guarachera del mundo estuvo a cargo de la orquesta Integración, dirigidos por el esposo de Celia, Pedro Knight, ofreciendo un emotivo especial musical que se prolongó hasta las 01:00 del domingo anterior, en una maratónica jornada artística para miles de personas que estuvieron en el estadio desde las 15:00 del sábado pasado”.
Fougères así la describe: “Era tremenda, la vi en vivo en Miami (Estados Unidos). No había ni una sola persona que no se levantara a bailar. Fue lo mismo aquí en el coliseo… La que entrevisté en el 67 era una mujer un poco opacada por la Sonora Matancera, era la cantante, pero detrás; cuando regresa es la reina, no necesita de nadie, de ninguna orquesta para brillar”.
Celia Cruz, quien para Fougères “representaba a la vez el alma de Cuba pero al mismo tiempo el alma sudamericana” y que “se volvía guayaquileña” cuando venía a la ciudad, era la “reina de la salsa, la mujer del escenario. Era una mujer muy tranquila, muy serena, muy sentimental, muy hogareña. Me decía que no salía de su casa de no ser por las giras”.
“Tengo tantas veces que subirme en un avión, que mi sueño es quedarme en mi casa y no moverme de ahí, pero ellos (mis seguidores) me reclaman”, le dijo Celia a Bernard.
Y ese amor por sus admiradores, no solo ecuatorianos sino del mundo entero, se reflejó en sus canciones y presentaciones. Para Hilda Murillo, ella “sigue teniendo fanáticos porque su ritmo era contagiante”. Por eso, en cada rincón donde resuene su potente voz, parece escuchar a la Guarachera cantar siempre este fragmento de su tema Bemba: “Por Dios, no olviden mi nombre, yo me llamo Celia Cruz”.
Fuente: ELUNIVERSO