El príncipe Enrique de Inglaterra y Meghan Markle se miraron a los ojos este sábado en el altar de la Capilla de San Jorge mientras una soprano entonó una pieza de Haendel para celebrar su unión trasatlántica frente a cientos de invitados famosos y millones de espectadores alrededor del mundo.
La actriz estadounidense fue recibida con vítores y caminó un tramo hacia el altar acompañada por el príncipe Carlos, así como 10 pajecitos y damitas de honor. Los niños incluyeron al príncipe Jorge, de 4 años, y la princesa Carlota, de 3, hijos del príncipe Guillermo y la duquesa de Cambridge.
El elegante traje de novia de Markle, creado por la diseñadora británica Clare Waight Keller, tenía cuello bote y estaba hecho en seda. El velo le llegaba hasta la cintura por el frente y se extendía varios metros (pies) en una larga cola.
El príncipe Enrique y Guillermo, el padrino, lucieron elegantes trajes militares oscuros, con guantes blancos y los uniformes de gala con levita del regimiento de caballería real Blues and Royals. Enrique mantuvo intacta su barba pelirroja.
En el altar, Enrique le dijo a Meghan: “Te ves increíble”.
Celebridades y deportistas que incluyeron a Oprah Winfrey, Idris Elba, Elton John, George y Amal Clooney, Serena Williams, James Corden y David y Victoria Beckham llegaron a Windsor para la ceremonia.
Previo a las festividades, la reina Isabel II honró a su nieto pelirrojo de 33 años con un nuevo título: duque de Sussex. Eso significa que Markle es la duquesa de Sussex a partir del momento en que dijo “Sí, lo tomo”.
La boda es un acontecimiento mundial, gracias a la posición de Enrique como miembro senior de la realeza británica y la fama de Markle tras haber protagonizado la serie de TV estadounidense “Suits” durante siete años. La pomposidad y ceremonial de la boda -con oraciones y tradiciones anglicanas, música clásica, un coro góspel y un recorrido en carreta por Windsor- fue vista en vivo por decenas de millones de televidentes alrededor del mundo.
Entre los parientes se encontraban Charles Spencer, el hermano de la difunta madre de Enrique, la princesa Diana; y la prima del príncipe, Zara Tindall, con su esposo. También estaban los familiares de Catalina, la esposa del príncipe Guillermo: sus padres Carole y Michael Middleton, su hermana Pippa Middleton y su hermano James Middleton.
La exnovia de Enrique, Chelsy Davy también estuvo presente, al igual que Sarah Ferguson, la duquesa de York, exesposa del príncipe Andrés, tío de Enrique.
Afuera del castillo, miles de admiradores atestaron las calles de Windsor. Irene Bowdry, una abogada de California, abordó un tren temprano a la ciudad. Compró su pasaje a Inglaterra tan pronto se anunció la fecha de la boda.
“Una estadounidense en la familia real, ¿no es emocionante?”, dijo.
El clima era agradable y el cielo estaba despejado. Los seguidores de la realeza habían acampado afuera del castillo durante días, y la policía británica reforzó la seguridad con perros rastreadores, barricadas y patrullas alrededor de la ciudad.
“Windsor está absolutamente estallando de emoción”, dijo el historiador real Hugo Vickers. “Hay fotos troqueladas de Meghan y Enrique en la vidriera de cada tienda, virtualmente. Hay banderines por todos lados. Nunca he visto tanta gente en las calles de Windsor.”
Es un momento de transición en la monarquía británica, que parece lleno de esperanza mientras Guillermo y Enrique, los dos hijos de Carlos y Diana, ocupan su lugar en el centro de la escena con aplomo creciente. Muchos en la multitud, como Ana Karukin, una enfermera brasileña que vive en Florida, dijo que vino a presenciar un momento histórico.
“Tenemos que estar aquí para él y para ella, mi Meghan, mi chica especial, para apoyarlos, porque es un momento hermoso”, expresó. “Desearía que Diana estuviera aquí, pero ella está en el cielo protegiéndolos”.
Los hermanos hallaron el tiempo en medio del bombo por la boda de salir a caminar afuera del castillo el viernes por la noche y agradecerles a los admiradores por haber venido. Un sonriente Enrique hizo una señal de aprobación con el pulgar cuando le preguntaron cómo se sentía en la víspera de su boda y respondió “¡De maravilla, gracias!”.
Y parece ser un tiempo de alegría para la reina de 92 años y su esposo de 96, el príncipe Felipe, quien asistiría a la ceremonia pese a su reciente reemplazo de cadera. Isabel II está viendo a su nieto casarse con una mujer que claramente le trajo la felicidad que a menudo dijo faltaba en su vida tras la prematura muerte de Diana.
Decenas de periodistas se instalaron en el terreno del castillo para la cobertura. La capilla en sí misma es una obra maestra de estilo gótico, y el Castillo de Windsor ha sido casa de soberanos británicos por casi 1.000 años.
Después de la ceremonia, los recién casados dieron un paseo en carreta por las calles de Windsor, rodeados por una procesión militar con muchos oficiales a caballo.
Tras esto tendrían dos recepciones. La primera por la tarde, ofrecida por la reina para 600 invitados, con comida para picar, vino y champaña. La segunda por la noche, ofrecida por Carlos para 200 invitados. Un receso de tres horas entre ambas les permitirá a los novios y allegados descansar y cambiarse de ropa.
El oficio en la capilla reflejó las raíces estadounidenses de Markle. El reverendísimo Michael Bruce Curry, líder afroamericano de la Iglesia Episcopal, pronunció el sermón, y las selecciones musicales incluyeron versiones de “Stand By Me” de Ben. E. King y “Amen/This Little Light of Mine” de Etta James.
Enrique invitó a amigos de sus 10 años en el servicio militar -que incluyó misiones en Afganistán- y de las muchas organizaciones benéficas que apoya, que se han enfocado en ayudar a veteranos de guerra heridos o alentado a abrir más las discusiones sobre salud mental.
La pareja también honró la memoria de la princesa Diana, cuya hermana mayor, Jane Fellowes, hizo una lectura durante el servicio.
Fuente: AP