Entre nostalgia, rezos y dedicatorias se recordó a los difuntos de Guayaquil

Caminaba lento, apoyándose en su bastón a cada paso. Carmen Álvarez, de 95 años, estaba un poco desorientada, a la altura de la puerta número 3 del Cementerio General. Buscaba la bóveda del abuelo de una nieta que vive en Quito para depositar allí un ramo de flores.

“¡Señor, ayúdeme! ¿Ahí dice Gabriel Sánchez (el nombre del fallecido)? Es que yo no conozco”, preguntó a un trabajador de dicho cementerio, que al igual que otros camposantos de la ciudad ayer recibió centenares de personas que visitaron a sus conocidos y familiares en la conmemoración del Día de los Difuntos.

El hombre ubicó la bóveda de Sánchez y escalando por los filos de las mismas llegó hasta la parte superior del bloque, para colocar el ramo de flores que la adulta mayor había llevado.

“Él era abuelito de la nieta mía, entonces yo vengo y le pongo un ramo a nombre de ella nomás. A mí me gusta hacer el bien”, relató Álvarez, al tiempo de referir que su nieta vive en Quito y que por eso no puede visitar personalmente la tumba de Sánchez, fallecido hace siete décadas, según la lápida.

El día nublado y un tanto fresco motivó la concurrencia a dicho cementerio, desde las 09:30, media hora después de que en la cruz alta, ubicada en la puerta número 1, sobre la calle Julián Coronel, se oficiara una misa campal en la que participaron unas 150 personas.

El ir y venir de visitantes se mezclaba con el de hombres que con escalera en hombros ofrecían colocar ramos en las bóvedas altas o aclarar las letras de las lápidas.

Más adelante, por la puerta número 5, Zenón Pacheco, de 73 años, con un ramo seco sacudía el polvo en los alrededores de la tumba de los padres de quien fue su jefa durante 31 años. “Yo les tomé mucho afecto porque fueron buenas personas”, comentó el hombre que primero visitó la bóveda de su madre, Benedicta Abad.

Algunos visitantes conversaban al pie de las tumbas de sus seres queridos. Otros rezaban con devoción y muchos más simplemente contemplaban en silencio las lápidas, evocando a sus parientes en vida.

Por la puerta 10, en las tumbas de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, las religiosas de ese grupo y público en general oyeron una misa que por sus compañeras ofició el padre Luis Vinueza.

Fuente: El Universo